Pero un soplo de aliento putrefacto que me llegaba a la nuca me hizo detenerme en seco.
Él rió descaradamente.
Las luces parpadeaban.
Me giré lentamente para poder mirarle a la cara y...
La luz se fue.
Me desperté muy sobresaltada, con la boca muy seca y empapada en sudor.
Busqué rápidamente la luz de la mesilla.
Llovía y los truenos y los relámpagos eran muy abundantes.
A la mañana siguente, al tormenta habái amainado, pero en mi cabeza aún seguía aquella horrenda pesadilla.
A mediodía, cuando me dirigía a coger el autobus, ví entre la maleza de un parque, muy cerca de donde se encontraba la parada, a un ser extrañamente familiar, de ojos negros, piel pálida, bastante alto y con mucha musculatura, pero lo más llamativo eran sus manos; tan delagadas y delicadas cual porcelana pero tan mortíferas como las garras de un león.
¿ Fin ?
No hay comentarios:
Publicar un comentario