lunes, 8 de febrero de 2010

La familia Brown

12 de Julio de 1822

Querida familia:

Me encuentro muy cómoda y agusto aquí , en Wileston. Los jardines son enormes y muy bellos, por las tardes salgo a leer. Y la casa, la casa es más bella aún; las cortinas, los tapices, los cuadros...todo es absolutamentemaravilloso.

Verdaderamente, el senor Brown y el señor Hockies han sido muy amables en aceptarme aquí en su morada.

La noche en la que padre y yo les visitamos, después de la cena, cuando padre recibió el aviso de la llegada del cargamento, les pidió a los señores si yo podría alargar mi estancia durante un mes más aproximadamente, mientras que él viajaba al puerto.
Muy caballerosamente me acojieron.

La convivencia con ellos es, normal, agradable hasta cierto punto. Es curioso, pues nunca coincido con ambos a la vez.
Si me cruzo , o me encuentro con el señor Brown, el señor Hockies se encuentra en la otra punta de la casa.

Recuerdo que hace...un par de semanas, creo, coincidimos los tres a cenar.
Esta cena fue muy interesante; me permitió conocer algo mejot a mis anfitriones.

La cena fue servida a las ocho y media, en le comedor azul. Este comedor era el más pequeño de la casa.
Todo, o casi todo el personal se encntraba allí.

La sala se encontraba en un absoluto silencio, pero ese silencio a veces se veía cortado por las furtibas miradas que el señor Brown y el señor Hockies, se mandaban mutuamente.

- ¿ Le ocurre algo, señor Hockies?- dijo sarcasticamente el señor Brown, cortando el silencio de la sala.

El señor Hockies siguió comiendo.

- Pues sí - dijo en un tono elevado.- Me ocurre señor...- no prosiguió, sino que golpeó la mesa.- ¡ Me ocurre ,señor Brown, que no soporto su forma de comer, de respirar, de cómo camina por el pasillo, algún día el suelo se vendrá a bajo por culpa suya!

El señor Brown se levantó de la mesa; su silla se cayó al suelo, del estruendo que provocó me sobresalte.

- Si el suelo se va ha caer, no será por mi culpa ¡ señor Hockies!
Permitame decirle que es usted el hombre más arrogante que pisa esta tierra.

Ambos hombres se acercaron hasta dónde se encontraba el otro, sus tonos de voz se alzaron cada vez más y , ha muy poco estuvieron de alzar los puños.

- ¡ Caballeros!- me levanté y alcé un poco mi voz temblorosa- Porfavor, vuelvan a sus asientos y terminemos la esquisita comida que hoy tenemos el placer de degustar.

Ambos hombres se callaron, pero siguieron en tensión.

- Le pido disculpas, señorita Milson.
Disfrute de la comida, pero me va ha tener que disculpar otra vez. Con su permiso, me retiro.

El señor Brown salió de la sala y después de él , lo hizo el seor Hockies.

- Señorita Milson , mis disculpas. No ha debido presenciar esta salvaje escena tan poco caballeresca, pero si me disculpa...

Yo me quedé pretificada, no comprendía lo que acababa de suceder.

- No se preocupe señorita, no llegaran a pegarse físicamente; discuten y demás pero no se tocan ni un pelo.

La criada parecía tan tranquila. Parecía que conviviera con esto cada día.

Si os habeís sorpendid, imaginaos la sorpresa que recibí cuando , a la mañana siguiente, entré en la biblioteca y encontré, a los mismos hombres que la noche anterior estuvieron a punto de pegarse. Ahora se encontraban tranquila y pacíficamente leyendo, uno en frente del otro.

Salí al jardín boquiabierta, por aquella escena que acababa de presenciar.

Mientras bajaba leyendo las escaleras, tropecé con mi falda y rodé escalones a bajo.
No os alarmeís, ya estoy casi recuperada. Solo sufro magulladuras y un leve dolor en el tobillo y en el brazo.

Sin poder levantarme, pedí auxilio, con alegres resultados, pues mi llamada había sido escuchada por los individuos de la biblioteca.

- ¿ Qué le ha ocurrido?- preguntó muy alarmado el señor Brown.
- Al bajar las escaleras pisé mi falda, tropecé y rodé escaleras abajo.
- ¿ Tiene algo roto? ¿ Le duele algo?- el señor Hockies se encontraba muy nervioso.
- No, pero me duele mucho las rodillas y el tobillo; y njo puedo doblar el brazo.
- ¿ Cuál?
- El izquierdo- mequejé, cuando intentaron estirame el brazo.
-¿ Me permite?- dijo el señor Brown. Yo asentí y , con cuidado levantó mi falda hasta la altura de la rodilla.
- Auu- me quejé.
- Arthur, ve ala cocina y trae un paño mojado en agua, traemelo, y avisa a Marita.

¿ Arthur? Era increíble pero sí.
El señor Brown había llamado al señor Hockies por su nombre de pila; y éste le había obedecido sin rechistar.
Increíble ¿ no?

- Siempre he dicho que leer es una acción muy arriesgada; uno no sabe lo que se puede encontrar a la vuelta de la página.
¿ Le duele?

Bajaba leyendo las escaleras y cuando tropecé el libro salió despedido.

Arthur llegó con Marita y bendas. Fue ésta última la que me curó el pequeño corte y me bendó el tobillo y la mano.
Después, entre mis anfitriones me llevaron a mi habitación para que reposara.

Pasé tres días en cama, y los tres días, el señor Brown y el señor Hockies estuvieron en mi compañía y no ocurrió nada. Ni miradas furtivas, ni frases sarcásticas ni grotescas, nada.

Sé, que la noticia que ahora os voy a comentar os entristecerá, pero porfavor, es mi deseo el de quedarme ha vivir con el señor Brown y el señor Hockies.
Ya he escrito a padre, y aunque apenado me da su consentimiento.

Los señores Brown y Hockies, Jhon y Arthur, se muestran muy contentos con mi decisión.

Pero, ¿ por qué este repentino cambio?

Wileston es un lugar mágico y el conocer el porqué de la relación entre mis anfitriones me llama mucho al atención.
Pues he sabido hace muy poco, que años atrás habitó otra fémina en esta casa: la señorita Brown. Hermana de Jhon Brown y esposa de Arthur Hockies.
Desgraciadamente falleció hace dos años a la tan temprana edad de veintiún años.

No sé so este hecho es el causante de tal relación pero. en tal caso mabos señores son tan dispares, tan diferentes que no se soportan pero que no pueden estra el uno sin el otro.
Su convivencia, aunque cada uno se encuentre en una punta de la casa es equilibrada y tranquila.

Ha día de hoy siguen discutiendo, ¿ por qué?
No lo sé.


Un saludo y un fuerte abrazo,
vuestra hija y hermana


Elisabeth Milson

Historia de terror.....(2)

Pero un soplo de aliento putrefacto que me llegaba a la nuca me hizo detenerme en seco.
Él rió descaradamente.
Las luces parpadeaban.
Me giré lentamente para poder mirarle a la cara y...

La luz se fue.


Me desperté muy sobresaltada, con la boca muy seca y empapada en sudor.
Busqué rápidamente la luz de la mesilla.

Llovía y los truenos y los relámpagos eran muy abundantes.

A la mañana siguente, al tormenta habái amainado, pero en mi cabeza aún seguía aquella horrenda pesadilla.

A mediodía, cuando me dirigía a coger el autobus, ví entre la maleza de un parque, muy cerca de donde se encontraba la parada, a un ser extrañamente familiar, de ojos negros, piel pálida, bastante alto y con mucha musculatura, pero lo más llamativo eran sus manos; tan delagadas y delicadas cual porcelana pero tan mortíferas como las garras de un león.


¿ Fin ?

Historia de terror.....(1)

Era noche cerrada. El viento soplaba con tal fuerza, que era capaz de arrancarte la piel.

Caminaba lentamente por el callejón, hasta poder llegar al final; hasta la casa.
Empezó a llover, cada vez con más fuerza.
Conseguí llegar hasta la puerta; estaba empapada y la calle se estaba inundando. Un relámpago iluminó el cielo, seguido de un trueno.

No daba crédito a lo que veía. El relámpago me dejó ver durante unos segundos, lo que yo más temía. La puerta estaba abierta de par en par.

Fuí subiendo poco a poco las escaleras. Me temblaba todo el cuerpo, mis piernas no respondían y mi respiración era muy entrecortada.

Al fin llegue al recibidor; la luz del farolillo iba y venía.
Un estruendoso ruido se oyó desde arriba, retrocedí un par de pasos y conseguí ahogar un grito.

Con mi corazón latiendo a mil por hora atravesé el umbral de la puerta. Más alla de éste, todo se encontraba sumido en una oscuridad total.
Como pude, saqué mi teléfono del bolsillo, utilizándolo como guía en la oscuridad.

El interior de la casa estaba helado, frío, húmedo y se respiraba un aire a muerte.

Avanzaba muy lentamente, posiblemente un par de centímetros. Me resistía a mirar atrás y hacia los lados, mi parálisis general me lo impedía.

Creía que la casa se derrumbaría conmigo aún dentro, debido a la fuerza de la tormenta.

La única luz que poseía era la de mi móvil y la de los relámpagos que, de vez en cuando, iluminaban el interior de la casa, formando sombras tétricas; las cuales hacían más terrorífica la estancia en aquel duplex, que tan solo un par de meses atrás, había albergado calor, alegría, cariño y humanidad.

De repente la puerta se cerró de un golpe; grité con todas mis fuerzas debido al sobresalto; el móvil se me cayó al suelo y "alguien" pasó corriendo detrás de mí, haciéndome dar media vuelta, poniéndome de cara a las escaleras que subían a las habitaciones, de las que bajaba un olor putrefacto.

Fuí subiendo uno por uno los escalones, apoyándome en la barandilla que estaba impregnada de algo viscoso, que no conseguía saber que era.

Iba andando a ciegas, hasta que subí el último escalón, una pequeña luz ténue, proviniente de una habitación , iluminaba el pasillo.

El hedor provenía de esa habitación.
Me planté delante de la puerta y no pude comprender lo que veía.

Mi cuerpo temblaba despavoridamente, y mientras que unas sensaciones de vómito, asco ,terror, tristeza, rabia e impotencia in undaban todo mi ser, mis rodillas se dejaron vencer, cayéndose al suelo junto al cuerpo sin vida y mutilado de mi compañero.
Toda al habitación estaba revuelta y ensangrentada.
Como pude, intenté contener las lágrimas, pues no podía soportar ver el cuerpo, medio quemado, de mi buen amigo, al que habían matado cruelmente. Le habían amputado varios miembros y le habían abierto en canal.

Me paralicé y la sangre se me heló cuando oí, justo detrás mía, bajar las escaleras. Conocía perfectamente quien bajaba de la buhardilla. El asesino. Aquel monstruo inmundo, que había llegado como un sequía en pleno verano.

Cogí un cuchillo para defenderme, y en cuanto los pasos se detuvieron, me giré inmediatamente. Me levanté y con todas mis fuerzas le clavé el cuchillo a aquel asqueroso demonio de piel blanca, ojos negros y profundos; alto, con bastante musculatura, pero aún así sus manos eran delgadas y delicadas cual porcelana, pero letales como las garras de un león.

Fijó su mirada en mí , y la sensación que me produjo era más dolorosa que mil dagas atravesándome le cuerpo.

Con mucha sutileza se estrajo el cuchillo de su costado y me volvió a mirar.

Eché a correr escaleras abajo, pero tropecé y rodé los últimos cinco escalones. Levanté la mirada y él bajaba pausadamente.

El miedo se había apoderado de mí por completo, no sabía a donde dirijirme, hasta que ví que había luz en el sótano.
Me incorporé pese a los golpes y a que creía que me había torcido el tobillo.
Temía mi fin y no dejaba de llorar, mi cuerpo magullado y dolorido no aguantaría mucho más.

Con una mesa conseguí atrancar la puerta, pero el monstruo empujaba desde fuera y no resistiría mucho más.

Fuí alejandome de la puerta, con la mirada clavada en la puerta pero...