lunes, 8 de febrero de 2010

Historia de terror.....(1)

Era noche cerrada. El viento soplaba con tal fuerza, que era capaz de arrancarte la piel.

Caminaba lentamente por el callejón, hasta poder llegar al final; hasta la casa.
Empezó a llover, cada vez con más fuerza.
Conseguí llegar hasta la puerta; estaba empapada y la calle se estaba inundando. Un relámpago iluminó el cielo, seguido de un trueno.

No daba crédito a lo que veía. El relámpago me dejó ver durante unos segundos, lo que yo más temía. La puerta estaba abierta de par en par.

Fuí subiendo poco a poco las escaleras. Me temblaba todo el cuerpo, mis piernas no respondían y mi respiración era muy entrecortada.

Al fin llegue al recibidor; la luz del farolillo iba y venía.
Un estruendoso ruido se oyó desde arriba, retrocedí un par de pasos y conseguí ahogar un grito.

Con mi corazón latiendo a mil por hora atravesé el umbral de la puerta. Más alla de éste, todo se encontraba sumido en una oscuridad total.
Como pude, saqué mi teléfono del bolsillo, utilizándolo como guía en la oscuridad.

El interior de la casa estaba helado, frío, húmedo y se respiraba un aire a muerte.

Avanzaba muy lentamente, posiblemente un par de centímetros. Me resistía a mirar atrás y hacia los lados, mi parálisis general me lo impedía.

Creía que la casa se derrumbaría conmigo aún dentro, debido a la fuerza de la tormenta.

La única luz que poseía era la de mi móvil y la de los relámpagos que, de vez en cuando, iluminaban el interior de la casa, formando sombras tétricas; las cuales hacían más terrorífica la estancia en aquel duplex, que tan solo un par de meses atrás, había albergado calor, alegría, cariño y humanidad.

De repente la puerta se cerró de un golpe; grité con todas mis fuerzas debido al sobresalto; el móvil se me cayó al suelo y "alguien" pasó corriendo detrás de mí, haciéndome dar media vuelta, poniéndome de cara a las escaleras que subían a las habitaciones, de las que bajaba un olor putrefacto.

Fuí subiendo uno por uno los escalones, apoyándome en la barandilla que estaba impregnada de algo viscoso, que no conseguía saber que era.

Iba andando a ciegas, hasta que subí el último escalón, una pequeña luz ténue, proviniente de una habitación , iluminaba el pasillo.

El hedor provenía de esa habitación.
Me planté delante de la puerta y no pude comprender lo que veía.

Mi cuerpo temblaba despavoridamente, y mientras que unas sensaciones de vómito, asco ,terror, tristeza, rabia e impotencia in undaban todo mi ser, mis rodillas se dejaron vencer, cayéndose al suelo junto al cuerpo sin vida y mutilado de mi compañero.
Toda al habitación estaba revuelta y ensangrentada.
Como pude, intenté contener las lágrimas, pues no podía soportar ver el cuerpo, medio quemado, de mi buen amigo, al que habían matado cruelmente. Le habían amputado varios miembros y le habían abierto en canal.

Me paralicé y la sangre se me heló cuando oí, justo detrás mía, bajar las escaleras. Conocía perfectamente quien bajaba de la buhardilla. El asesino. Aquel monstruo inmundo, que había llegado como un sequía en pleno verano.

Cogí un cuchillo para defenderme, y en cuanto los pasos se detuvieron, me giré inmediatamente. Me levanté y con todas mis fuerzas le clavé el cuchillo a aquel asqueroso demonio de piel blanca, ojos negros y profundos; alto, con bastante musculatura, pero aún así sus manos eran delgadas y delicadas cual porcelana, pero letales como las garras de un león.

Fijó su mirada en mí , y la sensación que me produjo era más dolorosa que mil dagas atravesándome le cuerpo.

Con mucha sutileza se estrajo el cuchillo de su costado y me volvió a mirar.

Eché a correr escaleras abajo, pero tropecé y rodé los últimos cinco escalones. Levanté la mirada y él bajaba pausadamente.

El miedo se había apoderado de mí por completo, no sabía a donde dirijirme, hasta que ví que había luz en el sótano.
Me incorporé pese a los golpes y a que creía que me había torcido el tobillo.
Temía mi fin y no dejaba de llorar, mi cuerpo magullado y dolorido no aguantaría mucho más.

Con una mesa conseguí atrancar la puerta, pero el monstruo empujaba desde fuera y no resistiría mucho más.

Fuí alejandome de la puerta, con la mirada clavada en la puerta pero...

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